Las cadenas televisivas son negocios, todos lo sabemos. Es por eso que existe la publicidad, para ganar dinero. Estamos de acuerdo en que es importante tener contratos publicitarios y por lo tanto, emitir anuncios de vez en cuando. Muchas asociaciones se han quejado de la cantidad de minutos publicitarios en televisión. La cosa está en que esos minutos vienen regulados por ley, lo que nadie sabe (y ahí me incluyo) es cómo se “cumplen” estos máximos.
Pero este post no va dedicado a los minutos y segundos que aparece más LOREAL que Ana Rosa en la televisión. Esta entrada se refiere a esos cortes mal ejecutados, es decir, a todas aquellas personas que aprovechan cualquier película para destrozarla cortando por donde no deben. Por supuesto es más difícil decidir dónde van a ir los anuncios en una película que en una serie donde el corte ya viene prefijado (ésta puede ser una excusa más o menos excusante). Pero una cosa es cortar una serie, película o sucedáneo, y otra distinta no respetar la continuidad narrativa de la obra.
Si se ve una película en televisión ya de por sí se entiende que la narratividad de la película queda quebrada y modificada, por ello es importante hacer bien los cortes. Se deben respetar las escenas y la acción para que el guión no quede tan alterado, algo que parece que aquí no se entiende.
Esto con las películas, pero cuando nos ponemos a hablar de series o programas el asunto se vuelve más grave. En este tipo de contenido audiovisual el corte ya está previsto. Resulta bastante absurdo entonces cortar por donde no es. En Friends, por ejemplo, recuerdo que el corte venía muy bien marcado (como en casi todas las sitcom). Es decir, una escena se cortaba y a la vuelta de los anuncios se repetían los dos últimos segundos. Todo esto, claro, en las televisiones españoles hay que intuirlo y suponerlo, porque aquí se practica la destrucción de la obra audiovisual. O sea, se corta en medio de una escena, de un acto y hasta de un diálogo. Solo les falta decir “si queréis ver como termina la palabra que ha comenzado a decir el protagonista, solo durante la publicidad”. Resulta ridículo a la vez que irrespetuoso.
Muchas personas han trabajado para colocar los puntos de interés y ordenar las escenas y la acción de una determinada manera para obtener una sensación en particular en el espectador. Con esto se consigue que todo ese trabajo no haya servido para nada. Y es que ya no solo no se respetan las películas o las producciones televisivas extranjeras, sino que en el último capítulo de La chica de ayer, una producción española, se produjo un corte en medio de una frase del diálogo final, ¡para encerrarles!
Y ya si sintonizamos Cuatro a eso del medio día para ver bailarines, en un programa con una presentadora capaz de dar paso a los anuncios, obtendremos el claro ejemplo de lo que no hay que hacer en televisión. Los anuncios comienzan a la mitad de un discurso de uno de los profesores o incluso cuando los alumnos se disponen a bailar (que no a ensayar), así que podemos verles moverse en una esquina diminuta de la pantalla mientras vemos, y oímos, un anuncio de FAIRY. Y aquí podría comenzar a hablar sobre el cambio de planos que hace imposible visualizar una coreografía globalmente (como se aprecia de verdad un baile), pero el post se me hace ya largo. Así que solo diré que un primer plano a un bailarín BAILANDO tiene muy poco sentido a no ser que sea un momento dedicado únicamente a la interpretación. Sería una buena opción analizar cada coreografía para saber que cámaras y planos utilizar con cada una. Consejo de una espectadora de televisión y danza.
PD: el título va para los frikis de los Simpson, que somos ya demasiados.
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