Después de un año me decido a volver a escribir, no porque de repente haya pasado algo realmente destacable, no porque tenga demasiado tiempo libre, sino porque lo echo de menos. El ciberespacio y las pequeñas letras de mi netbook me llaman.
La primera entrada después de tanto tiempo debería ser una entrada amable, pero en lugar de eso he decidido aludir al eterno debate de los medios de comunicación: qué mostrar y qué no mostrar, una clásica pregunta a la que recurrió mi pensamiento al consultar la noticia de la muerte de Gadafi casi un mes atrás. Digo consultar porque me encuentro en Londres de Erasmus, sin televisión, por supuesto, dependiente de las publicaciones españolas online.
Ese día coincidió con el anuncio de ETA, por lo que en la misma media hora vi a unos terroristas hablar cómoda y orgullosamente sobre su trayectoria y futuro y a un colectivo enloquecido maltratar y asesinar a un hombre. Digo mal, no vi cómo lo asesinaban, era demasiado que soportar en escasos treinta minutos así que no vi el video completo. Con expresión horrorizada hablé con mi familia ese mismo día y por ellos supe que aquellas imágenes que tanto me habían impactado habían sido repetidas incesantemente en las televisiones españolas. Pero, ¿es realmente necesario?
La sociedad de la imagen exige pruebas visuales para todo lo que sucede, pero la moral, el sentido común y, sobre todo, la sensibilidad han de actuar para una apropiada autocensura. ¿Sensacionalismo o información? En este caso, sobre el cual he discutido ya con varias personas, existe diferencias de opinión.
Por supuesto que el mundo es violento y salvaje y se ha de mostrar tal como es. Imágenes de pobreza y miseria invaden nuestras salas de estar mientras tomamos cómodamente nuestras comidas y charlamos sobre qué tal nos fue la mañana. Nuestra sociedad se inmuniza contra estos sucesos y solo nos afectan parcialmente, lo suficiente para sentir nuestra humanidad y, en algunos casos, actuar al respecto.
A mi entender, esas imágenes son mostradas con un propósito triple: el impacto, aprendizaje y acción. Buscan llegar hasta la persona que lleva una vida cómoda y hacerle entender que no todos pueden vivir como él. Una vez que entiende eso puede actuar. Pero no se puede actuar en contra de un asesinato, no existe ningún propósito detrás del hecho de mostrar el salvajismo en estado puro. Decir que Gadafi ha sido asesinado, por quién y cómo, a mostrarlo, no cambia nada.
En este sentido, las actuales tecnologías brindan infinidad de posibilidades. ¿Por qué no dar la opción de ver el video a aquellos que realmente lo deseen a través de Internet y simplemente dar la noticia en el telediario sin tener que presenciar el asesinato en vivo? Porque prevalece la imagen, el sensacionalismo y el morbo, y porque si yo no lo enseño, lo enseñará el canal de la competencia. No aludo a una regulación procedente del gobierno en la que se especifique qué se debe mostrar y qué no, eso sí sería censura dejando aparte los temas ilegales. La autorregulación debería ser suficiente para evitar insensibilidades como ésta, pero aparentemente no es así.
En un caso normal os dejaría con el video al que hace alusión esta entrada, pero dado mi argumento dejaré que aquellos que quieran verlo lo busquen por ellos mismos, existen muchas web en las que verlo. Sí, esto es Internet y podría mostrarlo, pero no lo voy a hacer.
Autocensurada me despido.
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